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Los crónicas recogen con todo detalle las vicisitudes que sufrió el pobre y raído manto de san Francisco después de muerta santa Isabel. Esta se lo regaló a Isentrudis, una de sus amigas más íntimas. Más tarde pasó a ser propiedad de los caballeros teutónicos, custo– dios de la basílica de santa Isabel en Marburg . Con las perturbaciones religiosas provocadas sobre todo en Turingia por la revuelta religiosa de Lutero, se perdió el rastro de la famosa reliquia. El célebre predicador Bertoldo , franciscano , confesor y biógrafo de Luis, marido de santa Isabel, testificó en el proceso de canoniza– ción de la santa que él le había visto y tocado varias veces . 84
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