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de volver a casa y estrechar concha su pecho robusto y varonil, al primer retoño de la familia que alegraría el hogar con sus gracias y sus risas. El primer hijo de los duques de Turingia recibió el sacramento del bautismo en la capilla del castillo de Wartburg, en un acto solemne y con asistencia de toda la corte. Se le puso el nombre de Herman , como su abuelo paterno , del que Isabel conservaba imborrables y muy dulces recuerdos. Siempre que miraba a su pequeño Herman nuestra santa se sentía profundamente feliz y realizada; era el regalo más bello y más grande del Señor y pensó que debía darle gracias de una forma extraordinaria y especial. Una tarde sin miedo a lo desapacible del tiempo dejó secretamen– te las dependencias del castillo con la complicidad de Gutta e Isen– trudis. Llevaba a su niño muy bien arropado en los brazos y las tres con paso apresurado descendieron por el camino que conduce a Eisenach. Isabel llevaba una sencilla túnica de lana bajo el manto . Entraron en la iglesia de santa Catalina a una hora en que sólo había algunas personas rezando y las religiosas cantaban las vísperas en el coro . Nadie reparó en la mujer joven, de apariencias humildes, que presentaba a su hijo en el altar. Isabel se postró de rodillas , Gutta e lsentrudis colocaron los cirios encendidos a ambos lados del altar. La santa habló al Señor así : «Oh Señor Jesucristo, a Ti y a tu querida Madre ofrezco el precioso fruto de mis entrañas . Dios y Señor mío, Tú me lo diste, yo te lo devuelvo de todo corazón». «Señor y Padre clemente, de la madre y del hijo, sólo una cosa te pido en este día , sólo te imploro una gracia; que recibáis este niño regado con mis lágrimas de gozo, como siervo y amigo vues– tro y que le deis tu santa bendición». Isabel vivió en otras dos ocasiones la emoc1on y el gozo de la maternidad . El 20 de noviembre de 1224 nació su hija Sofía y en 74
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