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Cuando especiales circunstancias, desaconsejaban acompañar a su esposo en los desplazamientos, vivía su regreso con especial ilu– sión. Nada más oír el cuerno anunciador del regreso de los expedi– cionarios, corría al encuentro de Luis y se fundían en un tierno , gozoso y largo abrazo . A veces la santa, dejaba traslucir su amor y pertenencia al esposo en detalles aparentemente sin importancia , pero, en realidad muy reveladores. Cuando Luis emprendía viajes para varios días - este dato lo debemos a sus doncellas- Isabel se despojaba de sus ricas túnicas y alhajas de princesa consorte y usaba indumentaria mucho más sencilla y austera. Cuando regresaba el esposo volvía a utilizar sus ricos aderezos. La misma Isabel justificó así este comportamiento ante las don– cellas: «Mirad que no hago esto por carnal complacencia ni vani– dad mundana». Dios me es testigo de ello. Lo hago únicamente por amor a mi esposo, a fin de evitarle toda ocasión de disgusto y aún de pecado, si en mi llegara a descubrir cosas que no fueran de su agrado. Y para que no ame sino a mí sola en el Señor, y que Dios que nos ha unido en la tierra dé a los dos la unión de la vida eterna» 14 . No hay duda de que Isabel a pesar de sus poco años, tenía entonces dieciséis; era muy fina conocedora de la sicología de los hombres. Sabía utilizar todos los recursos legítimos que tiene una esposa para mantener la ilusión del esposo y evitar el declive en el amor. Decíamos antes que Isabel fue correspondida por Luis con el mismo amor. Podríamos aducir muchas pruebas, nos limitamos a una sola pero muy elocuente: Ocurrió en uno de los v1a1es en que Luis no pudo llevarse a Isabel. Se trataba de una expedición guerrera en la que podían darse riesgos a los que Luis de ninguna manera quería exponer a su esposa. 14 Las declaraciones de las Cuatro Doncellas 41. 67

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