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además de las causas apuntadas hay otras más profundas y determi– nantes, como son: la inmadurez personal de los esposos, falta del cultivo del amor, ausencia de diálogo sincero, respetuo– so y de actitud abierta y compartida, ausencia de Dios en la vida de los esposos. Santa Isabel tiene algo que decir a los matrimonios de hoy, sobre esta problemática. Lo analizaremos por partes: Isabel cultivó siempre un amor dialogante, sincero, res– petuoso, vivió la entrega amorosa y exclusiva al esposo Luis, con todos los recursos de su ser y era correspondida con la misma intensidad. Es fácil espigar en las crónicas y biografías de la época numerosos textos que lo confirman, «Se amaban -dice su com– pañera y confidente Isentrudis- con entrañable cariño y se esti– mulaban mutua y tiernamente a alabar y servir al Señor» Algu– nos cronistas más expresivos : «daban siempre la impresión -dicen- de que estaban viviendo las primeras experiencias y días de casados. Santa Isabel vive a tope sus relaciones amorosas en el matrimo– nio, porque ve muy claro , que esa es la voluntad de Dios, su camino personal de santidad como casada. Se siente toda de su marido y toda de Dios con totalidad que no admite divisiones ni reservas, es la totalidad de un precioso prisma con sus diversas facetas de irra– diación. Los dos esposos se las ingeniaban para ampliar los tiempos en que pueden disfrutar juntos de la felicidad e ilusión de su amor. En los días en que Luis está en el castillo , si el tiempo lo permitía daban juntos largos paseos a caballo por los alrededores de Wart– burg; el simple hecho de sentirse juntos, uno al lado del otro, hacía más agradable el disfrute de la naturaleza y las espectaculares puestas de sol cuando éste se hundía en los inmensos bosques de Turingia . Con tal de no separarse de Luis, Isabel aguantaba largas jornadas a caballo , por accidentados caminos forestales y soportando a veces la dureza de la climatología. 66

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