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Hellgrefe y les hizo portadores de un mensaje para el rey Andrés en el que contestaba afirmativamente a su invitación. En la primavera del año siguiente, 1222 los nuevos esposos realizaron la visita acordada a la corte de Hungría. Isabel se puso en camino con cierta ilusión de volver a pisar la tierra y el palacio que la vieron nacer; se agolpaban a su memoria muchos y maravillosos recuerdos, pero en el fondo de su corazón de hija, sentía también cierta tristeza, no podría abrazar a su madre, la reina Gertrudis, por la que sintió siempre un gran cariño y conservaba de ella entrañables recuerdos. Figuraban en la comitiva ducal, damas y caballeros pertenecientes a lo más representativo y granado de Turingia, iba entre ellos Rodol– fo de Varila, hijo del que recibió a Isabel de manos de su padre Andrés, cuando tenía solamente cuatro años, y la trasladó a la corte de Turingia . Rodolfo había heredado de su padre Gualtero el cariño y la fidelidad a la princesa. El rey Andrés, llevado quizás por el canno inmenso que sentía hacia su hija, dispensó a los duques y su séquito, un recibimiento apoteósico, bastante parecido al lujo y boato de las cortes orientales. Besó y abrazó fuerte y tiernamente a su hija convertida ya en duque– sa y a quien no había visto desde niña Durante los días que permanecieron Luis e Isabel en Presburgo hubo numerosos y variados festejos. Se organizaron sobre todo re– ñidas justas donde caballeros húngaros y de Turingia tuvieron oca– sión de hacer gala de su destreza en el manejo de las armas; también hubo cacerías, una de las mayores aficiones de Luis. Solamente un suceso nubló el gozo de los días agradables pasados por Isabel en su tierra natal. El rey , su padre , aprovechó la presencia de la hija en la corte húngara, para celebrar segundas nupcias con la princesa Yolanda, hija del emperador francés de Constantinopla. Te– nía el rey Andrés todos los derechos y bendiciones de la Iglesia para compartir la vida con su nueva esposa, pero tampoco podía impedir Isabel que las segundas nupcias de su padre provocara en su corazón tiernos y añorados recuerdos de su madre Gertrudis. 62