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celebran con todas las bendiciones del pueblo. Luis aparte de las dotes físicas que ya describimos tenía también excelentes cualidades de go– bernador cristiano; Isabel se había ganado el cariño y las simpatías de las gentes por su sencillez, su piedad, su belleza y gracias naturales y una especial sensibilidad hacía los pobres. El sábado víspera de la boda, Eisenach y los pueblos próximos al castillo de Wartburg, se transformaron en verdaderas colmenas hu– manas, soportaron la invasión de inmensas oleadas de gentes, de atuendo chillón y endomingado, venidas de todos los rincones del principado; querían ser testigos del gran acontecimiento y tomar parte y disfrutar de los numerosos festejos organizados con motivo de la boda de sus príncipes. En contra', seguramente de las preferencias de Isabel, la ceremo– nia tuvo la pomposidad con que en la Edad Media se acostumbraba celebrar tales acontecimientos. Los primeros rayos del sol primaveral que pintaron de oro las murallas y la torre del homenaje, sorprendie– ron a un gentío inmenso que subía alegre y entonando canciones de la tierra, por la falda de la colina donde se asienta el castillo de Wartburg. El sonido agudo de las trompetas cuyo eco devolvían las colinas próximas, anunció el momento en que la comitiva principesca salía del palacio camino de la Iglesia. Encabezaba el desfile, escuadrones de alabarderos con uniforme de gala. Seguían los músicos interpre– tando canciones religiosas y folklóricas y a prudente distancia iban los representantes de todas las casas nobles, venidas del principado con sus pendones y escudos. A continuación marchaban los novios con sus séquitos. Isabel vestía una túnica azul , bordada en oro, manto rojo y diadema de oro y pedrería sobre su melena de negro azabache. El atuendo de novia resaltaba aún más su fresca belleza de adolescente. El brillo de sus ojos negros y hermosos y el arrebolado de las mejillas revelaban la profunda emoción que llenaba su alma, A los flancos de la novia y dándola escolta iban el señor de Varila y el señor de Mühlberg que once años antes la habían traído de Hungría . Acompañaban también a Isabel un nutrido grupo de doncellas como damas de honor. 56

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