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CAPÍTULO IX Y SE CELEBRÓ LA BODA Gobernado por la mano inteligente y joven de Luis, el estado de Turingia recuperó el camino de la paz, la justicia y la prosperidad. El Señor bendecía complacido las iniciativas del nuevo landgrave , porque todo lo hacía de acuerdo con su conciencia y por amor a su pueblo al que demostró una total entrega. Aplicaba la ley con un gran sentido de la justicia y mostraba al mismo tiempo un exquisito respeto por las personas. Libertinos, ambiciosos o amigos de atropellar a los «de abajo», renunciaron a echar un pulso al duque. Sabían de antemano que llevaban todas las de perder. Luis pensó que había llegado el momento de anunciar su compro– miso matrimonial con Isabel. Eran los primeros meses de 1221. El joven duque tenía entonces diecinueve años e Isabel su prometida catorce. En el comunicado oficial a todo el principado, se fijaba también, la fecha de boda para el primer domingo de abril. Los eternos chismosos, que nunca habían admitido el estilo de vida de Isabel porque era un mudo reproche de su comportamiento frív:)lo , recibieron el anuncio de la boda con nerviosismo y no disimulada con– trariedad. El resto de la corte y el principado celebraron la noticia con grandes explosiones de júbilo. Fue uno de esos matrimonios que se 55

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