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su autoridad y atropello de la joven, mandó que la trajeran al castillo, con intención de ponerla a disposición de Luis para «todo». Cuando llamaron a sus aposentos el duque estaba tendido en la cama; era mediodía y apretaba la canícula. Se levantó sorprendido y descalzo abrió la puerta. Allí estaba la joven a quien acompañaba el mayordomo del castillo . Les mandó pasar y con cierta cara de extra– ñeza preguntó a la muchacha: «¿Qué deseáis, jovencita, a estas horas?» Ella se limitó a contestar: «Lo ignoro, señor» Terció enton– ces el mayordomo acompañando a sus palabras gestos nada ambi– guos. «Os la he traído, señor, para que paséis con ella un rato según vuestro gusto». Luis comprendió. Visiblemente indignado por el atropello infame que se intentaba cometer en la persona de la joven, mandó que le trajeran tres marcos de plata pura y se los entregó a la joven, mien– tras la decía: «Echaos el velo, graciosa jovencita, y aceptad este pequeño detalle para que volváis gozosa al seno de vuestra fami– lia». Luis adivinó enseguida quien era el verdadero autor del «plan», por eso mando llamar al conde y le hizo esta seria advertencia» Restituid la muchacha a los padres y espero que en adelante no sufra ningún atropello, de lo contrario lo pagaréis con la horca» 13 • Como ya adelantamos, Luis se armó caballero en 1218 en la fiesta de san Kilán y en la iglesia de san Jorge de Eisenach. Con él recibieron sus espadas de caballeros un grupo numeroso de jóvenes nobles de Turingia . Bendijo las espadas por deseo e invitación de Luis el obispo de Naumburg. En la primera ceremonia en que Luis actuó como príncipe de Turingia con todos los poderes, demostró ya su gran personalidad e ideas propias. Era costumbre invitar para la fiesta a muchos perso– najes ilustres e incluso al emperador del Sacro Imperio. Luis suprimió tal costumbre . No la veía coherente con el significado de la ceremo- 13 Kaplan, B., ibid., 41. 5 1

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