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En perfecta sintonía con su es– tampa física estaban sus valores hu– manos y religiosos. Había heredado de su padre el amor por la cultura y la religiosidad. Era hombre honesto y coherente en sus actuaciones, cosa que le granjeó un gran ascen– diente dentro y fuera de Turingia . Nunca abusó ni de su juventud ni de su autoridad -prácticamente abso– luta dentro de sus dominios- para permitirse caprichos o actuaciones contra los derechos de nadie. Tam– poco cayó nunca en la debilidad de los amiguismos. Los biógrafos de la época nos conservaron una anécdota suficien– temente expresiva de su integridad moral y del sumo respeto que sentía hacia las personas, sobre todo hacia las más débiles. En el verano siguiente a la muer– te de su padre, fue a pasar unos días en compañía de la duquesa madre en el castillo de Ebersberg. El conde que regentaba la fortaleza gozaba de una gran amistad con los duques de Turingia. El landgrave Luis IV esposo de santa Isabel. Lápida del siglo XIV conservada en la Iglesia de san Jorge. Eisenach. Tal vez por agradar a Luis, suponiéndole esclavo de las debilida– des generalizadas entre los nobles o bien para probar su fama de leal a la conciencia e insobornable, o simplemente porque se trataba de una costumbre bastante frecuente en la Edad Media, el conde quiso hacer más agradable la estancia de Luis en su castillo. Conocía el anfitrión en Auerbach, villorrio próximo a la fortaleza , a una jovencita de extraordinaria hermosura . Con flagrante abuso de 50
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