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una existencia de lágrimas? No hay respuesta desde nuestra menta– lidad de hijos del siglo XXI. Para comprender la actuación de Luis, habría que adentrarnos en la cultura y en la piel del siglo XIII . Los hijos sentían una veneración grande por los padres, casi sagrada y tenían un concepto de la obediencia que hoy , con un conocimiento mejor de la sicología de la persona, nos resulta excesivo. Difícilmente un hijo se enfrentaba al comportamiento de su padre . Tampoco hay que olvidar la situación nada fácil del duque. Tenía el título , pero gobernaba la madre , hasta su mayoría de edad. Un conflicto con ella, y en el tema de Isabel podía ser arriesgado para el mismo Luis, si se tiene en cuenta que determinados sectores de la corte hacían causa común con la posición de la duquesa madre . Aún esperaban a Isabel días amargos antes de que se iluminara definitivamente el horizonte de su futuro. Por el padre Bertoldo sa– bemos otro detalle con que Luis mantenía la ilusión de Isabel. Siem– pre que salía de viaje, dentro o fuera de sus estados, traía algún detalle para su prometida: un rosario de coral, un crucifijo de formas originales, un bolso, cadenas o alfileres de oro. El regreso de Luis era siempre el momento de mayor ilusión para Isabel. Nada más recibir la noticia, corría a su encuentro y después de los abrazos entrañables y prolongados, Luis la entregaba el obse– quio acostumbrado. Estos momentos contrarrestaban en parte los malos ratos de la convivencia en la corte. Casualmente esta costumbre tan fina y caballeresca de Luis, oca– sionó la tormenta más amarga y que sacudió peligrosamente el co– razón de Isabel. En cierta ocasión Luis no tuvo oportunidad para hacerse con el obsequio acostumbrado . La expedición no pasó por población alguna importante . Cuando regresó al castillo, dijo a Isabel , con toda natu– ralidad , por qué esa vez venía sin regalo . Pero se dio la coincidencia de que en aquellos días habían arreciado las críticas contra Isabel. Cuando se enteraron en los mentideros de palacio de que Luis no la había traído nada , se interpretó como prueba clarísima de que tam– bién Luis se distanciaba de su prometida. 46

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