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C APÍTULO VI CREPÚSCULO DE UNA FELICIDAD Isabel vivió algún tiempo relativamente feliz en la corte de Turin– gia . A veces le asaltaba el recuerdo de sus padres, y su corazón infantil se nublaba de tristeza y añoranza. Pero la familiaridad y el cariño de sus compañeras, las horas extraordinariamente agradables al lado del duque, contrarrestaban en parte la falta del calor de sus padres. Dos acontecimientos luctuosos, casi seguidos , rompieron brusca– mente el sereno discurrir de la vida y colmaron su alma infantil de amarga tristeza y soledad. No había cumplido los nueve años cuando recibió la noticia de que su madre había muerto en circunstancias muy trágicas . Conspi– radores contra el rey Andrés su padre, habían logrado burlar la guardia de palacio y se introdujeron en las habitaciones privadas de la familia real. Cuando los desalmados se disponían a disparar sus flechas asesinas contra el rey , su esposa, la reina Gertrudis, en un gesto heroico de amor hacia su marido, se interpuso, y recibió en su cuerpo la lluvia de flechas destinadas a terminar con la vida del rey Andrés. Los enviados para comunicar tan triste noticia a Isabel, usaron de una delicadeza exquisita en sus palabras, pero no pudieron evitar que 37

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