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CAPÍTULO V JUEGOS INFANTILES CON DIOS AL FONDO Los primeros años de Isabel en Wartburg se deslizan plácidos y felices. Reparte normalmente su tiempo entre las oraciones, los jue– gos con sus compañeras y las horas de clase . Aflora ya , en esta época infantil , una inclinación espontánea y decidida a la piedad, alimentada con elementales y graciosas iniciativas propias de una niña de seis años. Pero en todo ello descubre los hábitos y vivencias cultivadas al lado de sus padres en Presburgo. Afortunadamente poseemos datos valiosos y fiables de esta reli– giosidad infantil, gracias a la memoria de Gutta, una de las compa– ñeras que estuvo a su lado toda la vida. Fue una de las niñas selec– cionadas por el duque Herman para ser compañera de estudios y de juegos. Cuando Isabel se casó, Gutta entró a su servicio como dama de honor, la siguió después cuando abandonó el castillo y se recluyó en Marburg; por último, fue testigo de su preciosa muerte. Sería por tanto injusto tachar de piadosas exageraciones cuanto vamos a decir de la piedad infantil de nuestra santa. Estos datos fueron aportados bajo juramento por Gutta en la causa de canoniza– ción de Isabel. Isabel fue escrup:.1losamente fiel a sus devociones. Se había com– prometido a rezar determinadas oraciones todos los días. Si en algu- 33

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