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Veinte días costó a la expedición atravesar las llanuras boscosas de le tierra Magiar. En las paradas para pernoctar eran acogidos con exquisita hospitalidad por los príncipes y obispos de los estados por consideración al landgrave Herman que gozaba de un gran prestigio en las cortes de Europa central. En la audiencia que les concedió el rey Andrés, Gualtero de Varila habló como portavoz; informó al rey quienes eran y le entregó el mensaje de que eran portadores. De entrada el rey Andrés se sintió halagado por la propuesta. Era demostración de que la fama de su pequeña Isabel había llegado a las cortes europeas. Pero el monarca húngaro no era persona que actuara bajo la impresión del primer momento; menos en aquella ocasión en que estaba en juego la suerte feliz o desgraciada de su pequeña Isabel, niña de sus ojos. Pidió a los mensajeros unos días para madurar la respuesta , durante ellos serían huéspedes de la corte . Profundamente cristiano, el rey pidió que en todas las iglesias de la ciudad se hicieran peticiones especiales para que acertara, con la luz del Espíritu, en tan importante y delicado problema. Tuvo varias re– uniones con sus colaboradores más íntimos. Al final de las mismas se optó por dar a los mensajeros del duque Herman respuesta positiva. En la inclinación por el sí, pesó mucho la personalidad del duque Herman , hombre de grandes valores humanos y religiosos , de carác– ter abierto , comunicativo, acogedor y la educación esmerada que estaba recibiendo Luis, su hijo y futuro esposo de Isabel. También se tuvieron en cuenta las ricas tierras del principado de Turingia 6; la extensión de sus bosques, sus numerosos estanques repletos de pesca variada y abundante , que todos los habitantes del principado comían pan blanco , bebían la mejor cerveza y les defen– dían numerosas y sólidas fortalezas. 6 El ducado de Turingia fue considerado siempre como el corazón verde de Alemania. Situado en una extensa e importante región central de lo que entonces abarcaba esta nación, pesó mucho en su formación y destino. Sus señores feudales tenían el título de duque o landgrave y formaron parte durante muchos siglos de los grandes príncipes del Imperio. 24

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