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Aparte de los inconvenientes apuntados, reservar la preocupación educativa hasta la pubertad, en muchos casos llega demasiado tarde. El niño o la niña pueden arrastrar ya muchas zonas obscuras, pro– blemas lacerantes no resueltos, producto de taras congénitas, de un ambiente familiar bronco, triste y sin amor o de un trato y educación desacertados en el colegio . La preocupación inteligente y amorosa por el nmo desde los primeros años tiene bastantes garantías de eficacia. Porque el niño es más transparente, más dócil y aún conserva una fuerte dependen– cia de los padres; la actitud del adolescente es más problemática . Entra en los años en que empieza a tener conciencia de su autono– mía personal y puede cerrarse a las sugerencias de los padres o educadores, por estúpida autosuficiencia o porque le falta voluntad y constancia para poner orden en su mundo interior y en su conducta . Si los defectos no corregidos en el adolescente se convierten en fuente de sufrimiento y frustración , alguna responsabilidad tienen los padres que no le proporcionaron , desde el principio, los cuidados educativos que tenía derecho a recibir. 21

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