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Antes de que se iniciase la eucaristía, el cardenal diácono asis– tente especial del Papa, leyó un breve resumen de lo que había sido la vida de la futura santa y los acontecimientos milagrosos atribuidos a su intercesión. El Santo Padre invitó después a la multitud que abarrotaba la amplia basílica a que orara con él para conocer mejor la voluntad del Señor. Se hizo un silencio total durante algunos minutos. Tomó después el Papa asiento en su trono, ceñía la cabeza con la tiara y proclamó la santidad de Isabel con estas palabras: «En honor de Dios Omnipotente, con la autoridad de los bienaventurados Pedro y Pablo y la nuestra, declaramos y definimos, que Isabel, que era cuando vivía en este mundo Duquesa de Turingia, es santa y debe ser inscrita en el catálogo de los santos» 43 • Los acordes solemnes del órgano, las voces desbordantes de entusiasmo de la multitud y el repique generalizado y gozoso de todas las campanas de Perusa, fueron el mejor refrendo y acogida de las palabras solemnes de Gregario IX. 43 Bula de canonización 23. 211

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