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que se nombrara una comisión compuesta por el arzobispo de Ma– guncia Sigfrido , el abad de Erbach y el propio Conrado. Se encargaría esta comisión de recoger todos los datos de interés sobre la futura santa; los testimonios de sus íntimos colaboradores , de manera especial , los que se hubieran relacionado mucho tiempo con ella; familiares, doncellas de su servicio, particularmente de las que fueron compañeras durante toda su vida, los pobres y enfermos beneficiarios principales de sus atenciones y cuidados en vida. Por último los casos prodigiosos atribuidos a Isabel con la fecha y el nombre de la persona agraciada. Para divulgar los deseos del Papa, se aprovechó la presencia del arzobispo Sigfrido en Marburg. En la eucaristía solemne, con asisten– cia de la casi totalidad de la población, predicó el Maestro Conrado . Con su palabra fácil , autorizada y persuasiva, saturada del cariño y admiración por su antigua dirigida , le resultó fácil conmover a la multitud y crear un clima de vibración y entusiasmo hacia Isabel; invitó a los oyentes a mostrarse agradecidos al Señor por el regalo de una santa duquesa de Turingia y les animó también a recurrir con frecuencia a su poderosa intercesión . Conrado pidió al final de la homilía que todos los que pudieran aportar algún dato de interés sobre la persona de la futura santa, o hubieran conseguido algún favor por su intercesión, pasaran por la sacristía e informaran de ello a la comisión que trabajaba en la elaboración del documento para pedir al Papa la canonización de la «amada santa Isabel» . El informe redactado con todo el material recogido , terminaba con estas palabras: «Los milagros continúan multiplicándose ente la tumba de Isabel: hombres y mujeres víctimas de penosas enfer– medades: sordos, cojos ciegos, leprosos, vuelven a sus casas ala– bando a Dios completamente restablecidos, después de invocar la valiosa intercesión ante su tumba de la que en vida fue conside– rada como la madre de todos los enfermos y menesterosos)). De los numerosos milagros atribuidos a la intercesión de la du– quesa de Turingia fueron seleccionados treinta y siete. No resisti- 205

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