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son piadosas suposiciones. Poseemos el testimonio valioso del monje Cesáreo, contemporáneo de la santa; se expresa en estos términos: «Yo mismo - dice- me encontré allí por ese tiempo y nunca en mi vida, recuerdo haber visto tanta gente en Marburg y sus cer– canías; apenas era posible abrirse paso para entrar o salir de la iglesia». El entusiasmo y el convencimiento en las gentes de que Isabel había sido una gran santa, motivaron las primeras actuaciones de la jerarquía. El Maestro Conrado de Marburg, su confesor, prestó a la causa de canonización un servicio eficaz y muy valioso. Observador directo y emocionado de los milagros y devoción popular, siempre creciente, hacia su antigua hija espiritual, puso estos sucesos en conocimiento del papa Gregario IX. En su escrito , le daba cuenta de la afluencia masiva de peregrinos al sepulcro de Isabel, y la multitud de prodigios y favores atribuidos a su celeste intercesión. Apoyado en el cúmulo de datos que aportaba, sugería al Santo Padre, la conveniencia de introducir la causa de canonización. Se daban circunstancias muy favorables en la curia romana para conseguir una pronta exaltación de Isabel al honor de los altares . Regía los destinos de la Iglesia, Gregario IX, amigo de san Francisco de Asís y gran simpatizante de todo lo franciscano. De cardenal, aceptó ser protector oficial de la Orden Franciscana; siendo Papa, canonizó a san Francisco y a uno de sus hijos más eximios y popu– lares, san Antonio de Padua. Vimos también que en cierta ocasión, venciendo la humildad de san Francisco, consiguió para Isabel, quizá el regalo que esta más valoró en su vida; uno de los mantos que había usado san Francisco. Los cronistas del tiempo hablan también de que Isabel recibió algunas cartas del papa Gregario IX en los momentos más dolorosos y difíciles de su vida; en la muerte de Luis y cuando hubo de abandonar el castillo de Wartburg en circunstan– cias dramáticas, acosada por su cuñado Enrique. La respuesta del Papa fue pronta. Compartía en ella el gozo y la satisfacción de Conrado por los fenómenos maravillosos que estaban sucediendo en el sepulcro de la duquesa de Turingia . Accedía tam– bién a que se incoase el proceso de canonización . Para ello disponía 204
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