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que ella, la que tenían por loca y rancia , por beata y tonta, había sido en realidad la mujer más sabia y había acertado en la vida . Ellos en cambio fueron brutalmente injustos porque no supieron comprender– la y la hicieron víctima de sus críticas despiadadas, de sus burlas y de sus desprecios. Los religiosos franciscanos , encargados provisionales del hosp:tal , habían pensado mantener la capilla ardiente dos o tres días. Las peticiones legítimas de la muchedumbre deseosa de contemplar por última vez y despedir a su amada y venerada soberana , hicieron que la exposición de los sagrados restos se ampliara. Hubo que montar vigilancia continúa para proteger las pertenen– cias de la futura santa. Todos querían poseer alguna reliquia, algo que la hubiera pertenecido; trozos de hábito, alguno de sus cabellos ... En el día fijado para celebrar el solemne funeral y dar cristiana sepultura a los restos de Isabel, sucedió un hecho sorprendente; no se cursó aviso o invitación alguna y en el solemne funeral estaban pre– sentes todos los obispos de Turingia y Hesse, abades de los monaste– rios , superiores de las órdenes religiosas y un gentío impresionante del que sólo una parte insignificante pudo presenciar los cultos y la cere– monia del sepelio. Presidió la eucaristía el arzobispo de Maguncia. Predicó la homilía el Maestro Conrado de Marburg, con palabras emocionadas, trazó una semblanza perfecta de su dirigida ; resaltó con imágenes de gran impacto emocional, los momentos de más intenso dramatismo, tan numerosos en su breve existencia; la fe y el amor a Jesús con que supo afrontarlos y terminó haciendo una viva descripción de la futura santa, sierva y madre de los enfermos y necesitados, que produjo una oleada de lágrimas de tristeza y agra– decimiento en todos los que participaban en la solemne ceremonia. Finalizada la eucaristía se procedió a inhumar los restos de Isabel. Para dar cumplimiento a sus deseos fue sepultada bajo una de las losas de su querida capilla del hospital de san Francisco. Todos los que participaron en el solemne funeral , estaban completamente cier– tos de que la amada Isabel , permanecería muy poco tiempo bajo las losas de la capilla. La Iglesia y sus numerosos devotos se encargarían de sacarla de ese lugar con los honores de santa. 201
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