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profundo recogimiento que le duró el resto de la mañana y hasta que la campana del hospital de san Francisco tocó a vísperas . Nunca podremos saber los diálogos sabrosos y las experiencias místicas que vivió nuestra santa en aquellas horas. Desde las vísperas hasta las primeras horas del amanecer del día siguiente, santa Isabel , ocupó el tiempo en una meditación en voz alta. Recordaba las ideas y anécdotas religiosas que más la habían impresionado en las pláticas, sermones, lecturas etc. Se detuvo de manera especial en el misterio de Navidad y en la resurrección de Lázaro. Hablaba con voz muy débil parecida a un susurro. En la mañana del día 17 de noviembre , sus compañeras, que en ningún momento abandonaron la habitación, vieron que su rostro volvía a transfigurarse con la viveza y hermosura de la comunión: «Estoy débil -se la oyó decir- pero no me duele nada». Los presentes tenían la impresión de que a la santa se le escapaba la vida por momentos . «A todos -volvió a decir- os encomiendo a Dios». Con voz aún más débil casi imperceptible se le oía decir: «María , Madre mía, socórreme .. . llega el momento en que Dios me llama a sus bodas; el Esposo viene en busca de su esposa» . Por último, con mirada dulce y extática , clavada en el infinito exclamó: «Silen– cio... silencio... » e inclinando suavemente el rostro en la almohada, con un leve suspiro, entregó plácidamente su alma en los brazos amorosos y acogedores de Jesús. En ese momento perfectamente podía exclamar como santa Inés: «Al que deseé, ya lo veo; al que esperaba, ya lo poseo; estoy unida en el cielo con el que amé ardientemente en la tierra» 41 . Así mueren los santos y así desembarcan en el puerto de feliz arribada de la otra vida; con el alma serena y la confianza envidiables de haber acertado en el camino seguido, en este valle de lágrimas... Así murió santa Isabel, con la certeza total de que a la otra orilla, nada más cerrar sus bellos ojos a la luz de este mundo , se encontraría con Jesús a quien había amado con toda su alma, por quien vivió y sufrió, y a quien sirvió, presente en las personas dolientes y necesi– tadas de sus hermanos los pobres y enfermos. 41 Breviario romano . Antífona de laudes de la fiesta de santa Inés. 196

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