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Los cronistas no concretan cómo Isabel contrajo la enfermedad. Lo más probable es que fue víctima por el contagio de los enfermos a quienes prestaba incansable sus cuidados sin tomarse mayores precauciones . Sabemos por los autores de la época, de sus heroicas imprudencias: no contenta con atender a los enfermos en el hospital , se llevaba a casa a los que revestían más gravedad . Conrado su confesor tuvo que frenar muchas veces estos ímpetus arriesgados de su caridad. Nuestra santa tuvo completo convencimiento desde el principio de la enfermedad, que había llegado el momento de la partida. Su joven y sensible corazón libró desde entonces amarga batalla de sentimientos encontrados. Por un lado se estremecía de gozo porque estaba ya próximo el encuentro definitivo con Jesús , la pasión de su vida. Sentía en otros momentos dolor y tristeza profundos, ante la idea de separarse y abandonar tantos seres queridos: los hijos tan pequeños, las compañeras de toda la vida con las que estaba total– mente compenetrada; los queridos y necesitados enfermos y pobres privados en delante de su cariño y de sus atenciones. Se despidió primero de los hijos. Herman y Sofía lloraban, nada podía mitigar su pena; ya tenían años y se daban cuenta que perdían para siempre a la madre a quien amaban con toda su alma- Gertrudis de cuatro años lloraba contagiada por sus hermanos. Isabel , sobre– poniéndose a su tremenda debilidad, abrazó y besó un montón de veces a aquellos retoños de sus entrañas; en lenguaje que podían entender les pidió, que vivieran siempre muy unidos, que tuvieran mucha confianza en la bondad paternal de Dios y que fueran dóciles y agradecidos con los que en adelante harían las veces de padres y se preocuparían de sus personas y de su futuro . Isabel temió no poder contener la tristeza y amargura que inundaba su corazón y quebraran su aparente fortaleza . Les volvió a besar y abrazar con toda la ternura maternal de su corazón y los niños abandonaron la alcoba. Tocó el turno a las compañeras de toda la vida. Viéndolas se agolpaban en su memoria muchos ratos gozosos y tristes vividos en su entrañable compañía , por eso les habló también con mucho ca– riño . Le parecía poco íntimo en esos momentos de despedida, lla- 193

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