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En los últimos días de octubre de 1231, casi en la víspera de Todos los Santos, estaba en la capilla sumida en profunda contem– plación. De pronto se vio envuelta por una luz deslumbrante. En aquel océano de claridad Jesús la regaló con la visión de su rostro , mientras lo contemplaba extasiada oyó estas palabras « Ven esposa mía, ven a ocupar la morada que te preparó mi amor eterno". Con la especial iluminación del Espíritu, Isabel comprendió todo el alcance de las palabras oídas. Era el aviso que le daba el mismo Jesús de que su peregrinación por este valle de lágrimas había con– cluido para ella y que muy pronto empezaría a disfrutar de la gloria merecida por su asombroso amor a Dios y a los hombres más ne– cesitados. Hay otra anécdota que demuestra la absoluta certeza de Isabel sobre su inminente partida. En los primeros días de noviembre de ese mismo año 1231 , el Maestro Conrado, su confesor, enfermó gravemente . Los años y la intensidad de los dolores le hicieron pensar que sus días sobre la tierra estaban contados y eran muy pocos. Martirizado por la angus– tia , envió recado a Isabel de que deseaba hablar con ella . Ésta acudió rápida a su cabecera . Consumido por la fiebre y desmoralizado por los efectos destructores de la grave enfermedad , habló a nuestra Santa en estos términos: «Señora, ¿qué será de usted cuando yo desaparezca? ¿ Quién la dirigirá?,,. Isabel se tragó su propia tristeza ante la idea de separarse muy pronto de tantos seres queridos e intentó dar ánimos a su deprimido confesor con estas palabras de sabor claramente profético: «No se preocupe por mi, Padre, yo moriré antes que Usted». Desde la visita al Maestro Conrado los acontecimientos se precipi– taron. Pocos días después nuestra santa sufre los primeros zarpazos de la enfermedad que terminaría con su preciosa y joven existencia. Em– pezó a experimentar fiebres altísimas, síntoma inequívoco de las enfer– medades endémicas de la Edad Media. Con tales fiebres de nada sirvió su fabulosa capacidad de sacrificio y aguante, se vio forzada a guardar cama , porque la extrema debilidad no la permitía mantenerse en pie. 192
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