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CAPÍTULO XXXIV PLÁCIDA COMO EL SUEÑO DE UNA NIÑA En la vida de santa Isabel, todo sucede con una rapidez pasmosa. Es como una santidad fraguada a gran velocidad. Cuando se retira a Marburg tenía veinte años; ese mismo año se consagra a Dios con los tres votos religiosos. Desde esa fecha hasta su muerte apenas pasan cuatro años. En la existencia de nuestra santa tuvo exacto y bello cumplimien– to las palabras de la Sabiduría: «Consumada en breve tiempo, llenó las posibilidades de muchos años. Su alma era muy grata al Señor; por eso se presentó Él a sacarla de la maldad» (4, 13-14). Con el apoyo de la pequeña comunidad a quien había contagiado de su amor , espíritu de sacrificio y entrega a los pobres y enfermos, Isabel abrió en Marburg una fuente de salud espiritual y material. No disponía de muchos medios sanitarios, pero con su dedicación y tesonería redujo sensiblemente la miseria en que vivía la mayor parte de la población y logró sobre todo que disminuyeran los estragos de las enfermedades endémicas y generalizadas en la Edad Media. Pero esta maravillosa mujer, fuente de salud, consuelo y esperanza para los pobres más pobres y los enfermos más abandonados estaba ya al término de su carrera humana. Sucesos absolutamente comprobados, demuestran que nuestra santa supo con antelación la inminencia de su muerte. 191
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