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La fuerza y el vigor recibido en las horas de umon íntima y amorosa con Dios, la permitían pasarse muchas horas sin probar alimento. Era como un vivir absorbida por Aquel en quien se había transformado por el amor. El trato íntimo con el Señor, repercutía visiblemente en su com– portamiento habitual, sobre todo en las relaciones con los demás y con los enfermos. Reflejaba siempre un estado de ánimo sereno , gozoso e imperturbable ; ni el nerviosismo del trabajo excesivo en el hospital , ni las injurias e ingratitudes de que a veces era objeto por parte de los enfermos, ni los dolores y molestias de su maltrecha salud, minada por los ayunos y mala comida, disminuyeron su paz, su equilibrio y actitud acogedora. 186

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