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sionales o de estado, la santa tiene un margen total para repartir su tiempo entre las dos actividades que han tenido siempre en su cora– zón un puesto preferencial ; el amor a Dios cultivado de manera especial a través de la contemplación y la entrega generosa a sus pobres enfermos. Atiende en el papel de Marta y sirve al Señor en la persona de los pobres, y luego se sentaba a los pies del mismo Jesús como María en sus largas horas de oración nocturnas . Los biógrafos y las compañeras nos han conservado hasta la actitud corporal que adoptaba la santa en sus horas de oración: solía permanecer de rodillas, con los ojos y las manos elevadas al cielo y completamente aislada de lo que se moviera a su alrededor. Se sumergía tan profundamente en la contemplación que a veces, sin advertirlo, sobrepasaba el tiempo que el Maestro Conrado le permitía dedicar a la oración en las horas de la noche, para que reservara el tiempo razonable al descanso . Como todas las almas contemplativas, nuestra santa supo de amargas etapas de purificación por la noche del espíritu hecha de sequedades e inapetencias en los tiempos de oración y causa de muchas horas de tormentos espantosos. Otras veces, las dudas sobre la misericordia del Señor le roían el alma. En estos días de sufrimiento interior, pudo apoyarse en las efica– ces ayudas espirituales del hermano Rodinger , de gran experiencia espiritual y carácter flexible, bondadoso y acogedor. Después de una larga temporada de sufrimiento se hizo la luz. Paseaba con el hermano Rodinger 38 por las orillas del río Lahn, las palabras del religioso tuvieron especial resonancia en el alma y en la mente de Isabel , quizá por una presencia más intensa del Espíritu, sintió cómo se disipaban los nubarrones de la duda y de la desespe- 38 Bastantes biógrafos presentan a este religioso franciscano como sacerdote y primer confesor de santa Isabel. Dicen también que fue obligado a dejar este servicio pastoral cuando el Maestro Conrado se encargó de la dirección espiritual de la santa. Jordan de Jano, contemporáneo de este religioso, afirma expresamente en su Cró– nica que no era sacerdote. Queda , por tanto, aclarado que Fr. Radegero no fue confesor de santa Isabel ni se le impuso abandonar este ministerio para dejar el puesto al Maestro Conrado . 184
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