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rrollada y adulta. Aparte del rezo de las horas -laudes y vísperas– de la participación en la eucaristía y de las horas del día que dedica a la oración personal nuestra santa emplea algunas horas quitadas al sueño para sumergirse en sabrosos diálogos con el Señor. La vida de oración de santa Isabel se intensifica desde la muerte de su marido . Para ser más exactos desde que dio su último y des– garrador abrazo a Luis, cuando este se marchaba a cumplir con su compromiso de cruzado . Los biógrafos nos hablan del cambio pro– fundo que introduce en su estilo de vida desde ese acontecimiento. Se despojó del atuendo habitual de princesa, guardó en los arco:1es sus joyas y sus trajes de seda y vistió en delante de un modo mucho más austero. Vivía recluida en sus habitaciones de donde salía úni– camente cuando era reclamada por los compromisos sociales inevi– tables. A falta de noticias concretas sobre los tiempos de orac1on de Isabel en esta época de su vida, conocemos su comportamiento donde aparece reflejada la calidad de su personalidad religiosa, tem– plada en la oración. Nos referimos a la fortaleza , la serenidad y confianza en Dios con que afronta las pruebas dramáticas que en esta época le vienen una detrás de otra: la pérdida del marido, todo su apoyo en la vida, cuando aún no estaba repuesta de su reciente maternidad; el acoso y trato injusto de Enrique obsesionado con deshacerse de la madre y los hijos para perpetuarse en el poder; el rechazo de las gentes de Eisenach hasta entonces beneficiarias de sus desvelos caritativos. Isabel sufre, porque ve sometidos a situaciones indignas a sus hijos y a las doncellas más fieles. En cambio por lo que se refiere a ella siente irrefrenable alegría. Como si desde hacía mucho tiempo estuviera deseando tales sufrimientos que acercaban su vida al estilo de vida del Señor crucificado. Esta es la razón más profunda y ob– jetiva del «Te Deum» que cantan los franciscanos la noche del aban– dono del palacio, por indicación y a ruegos de la santa. La vida de Isabel entra, como o rante en su fase de madurez mística durante los cuatro años escasos de la voluntaria reclusión en Marburg. Totalmente libre de preocupaciones humanas y profe- 183

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