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más margen de decisión y mayor ascendiente sobre los empleadqs de los almacenes. Tuvo también en Luis su esposo, una valiosa ayuda para su acción caritativa. Actuaron siempre con una maravillosa armonía cuando se trataba de aliviar la miseria de los pobres. Habría que decir con más exactitud que se complementaban. Luis era el mejor defen– sor de las clases humildes de sus estados, era especialmente duro con los nobles sin escrúpulos que atropellaban sus derechos. Isabel corría en ayuda de los hombres, mujeres y niños que luchaban desespera– damente por sobrevivir al hambre o a las enfermedades endémicas tan frecuentes en la Edad Media. Luis no ponía límite alguno a la labor humanitaria de su esposa. Ésta empleaba generosamente en beneficio de los pobres sus rentas personales, parte de las rentas personales de Luis y cuanto reunía con la renuncia a cosas personales convenientes, pero no necesarias. Ante las puertas del castillo y en el patio del mismo había todos los días , grupos numerosos de pobres que esperaban impacientes arrastrados por la necesidad, la aparición de su señora. Ésta tenía siempre algo para cada uno de los menesterosos, entregaba las ayu– das materiales con una mirada tierna y acogedora, una sonrisa o palabras de aliento que a veces tenían más eficacia que la ropa o el alimento. Este espectáculo de la miseria, que se repetía a diario en el patio del castillo, provocó cierto disgusto y comentarios en algunas perso– nas importantes de la corte. Decían que no favorecía al buen nombre del ducado ante los representantes de otras cortes que le visitaban, el espectáculo de la explanada del castillo, invadida por grupo tan numeroso de pobres; que estos eran los propagadores más eficaces de epidemias y que tampoco era de buen gusto social ver a la pri– mera dama mezclada todos los días con los zarrapastrosos. Con su fina intuición femenina, Isabel admitió que podía haber algo de razonable en estos comentarios. Pensó en los cambios que podía introducir en la forma de atender a sus pobres, y encontró r;iuy pronto la solución, más cómoda para los mendigos, más sacrificada 175

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