BCCCAP00000000000000000000457

hay que tener en cuenta la profunda religiosidad de la Edad Media. La idea religiosa impregnaba todos los sectores de la sociedad; cos– tumbres, tradiciones, gremios, vida social y política etc. Desde la curia romana , se veía la cristiandad , integrada por todos los países occidentales, como un solo reino sin fronteras interiores ni distinción de clases. Y de este único reino, el Papa era el supremo juez de las cosas mal hechas. Todo ataque a la Iglesia o a sus instituciones o tierras , todo noble o rey que realizara atropellos, sobre todo contra los débiles; los que se atrevían a disputar los derechos legítimos a herederos de las co– ronas , o atentaban contra el carácter indisoluble del matrimonio, se hacían reos del juicio y de sanción contundente e inapelable de la curia romana . Esto naturalmente era la ley, en la práctica había luego las influencias, los apaños y los distingos escandalosos, a veces, de personas 2. Si queremos conocer e interpretar correctamente determinados acontecimientos en la vida de Santa Isabel , no podemos ignorar este entorno social, cultural y religioso que condicionó su existencia. Como decíamos al principio, ella es hija de su época; vivió sometida a sus usos y costumbres, como en nosotros pesan las múltiples influencias de nuestro tiempo. Pero sería completamente erróneo invocar estas diferencias am– bientales, para cuestionar que una Santa del siglo XIII pueda servir de modelo y fuente de inspiración espiritual, para los que vivimos en la aurora del siglo XXI. Hay que distinguir cuidadosamente, determinados usos y costum– bres, de las actitudes o disposiciones personales con que se viven los ideales religiosos o humanos. Hay, por ejemplo, muchas clases de penitencia, de ejercitar la pastoral, de relacionarse entre sí los esposos, de atender a los me– nesterosos.. Unas épocas se inclinan por determinadas formas y otras 2 Mathew, D., Europa medieval , Barcelona 1997, 224 y ss. 15

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz