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tenía Isabel, la más imprescindible de las colaboradoras en su obra caritativa. Los biógrafos de santa Isabel hablan de la separación de Gutta en estos términos: «Parecía le que el corazón se le partía en pedazos y es ta dócil sierva de Dios guardó hasta la muerte e l dolor de semejante separación)). Conrado no dejó a Isabel ni siquiera, el consuelo de vivir tranquila su impuesta y yerma soledad. Cubrió el puesto de las compañeras y eficaces colaboradoras con otras mujeres que sólo valían para ejer– citar la paciencia y el aguante. Una de ellas se llamaba Isabel. Según los cronistas de la época, era una persona resentida, de gran aspe– reza en el trato y muy grosera, además muy deforme. La segunda poseía parecidas «cualidades» además de ser muy anciana y sorda, era de genio avinagrado y se pasaba el día rezongando 32 . No puede negarse en el Maestro Conrado laudables deseos de buscar para su dirigida cotas ambiciosas de santidad , pero pensamos que no supo discernir en qué dirección soplaba el Espíritu para Isa– bel. Esta no parecía estar destinada para asombrar al mundo con su heroica penitencia como san Pedro de Alcántara o santa Margarita de Cortona. Por toda la trayectoria de su vida, nuestra santa fue puesta en el mundo y en la Iglesia para ser ejemplo admirable y estímulo arrollador del amor evangélico que ayuda y se entrega . Con esto no queremos decir que santa Isabel no practicase la penitencia y el espíritu de renuncia en grado heroico. Basta leer desde esta perspectiva lo que se dice en otro lugar de esta biografía. Consideramos también desacertada la separación de sus íntimas y eficaces colaboradoras. Su presencia al lado de la santa, entre otras muchas cosas positivas, ampliaba la labor beneficiosa a favor de las clases marginadas y sobre todo , con la dispersión del grupo, hizo im– posible la cristalización y el incremento en el futuro de una institución religiosa y humanitaria , precisamente en una época de muy pocos centros sanitarios para los pobres y cuando las enfermedades endémi– cas se cebaban en la población menos favorecida de la sociedad. 32 Las declaraciones de las Cuatro Doncellas 67 y ss. 163

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