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Aborrecía de manera especial dos cosas. La primera los banquetes y fiestas ostentosas de Wartburg. Tenía experiencia, por su constante relación con los pobres, que tales comilonas y fiestas caras, se finan– ciaban con impuestos especiales que soportaban las espaldas frágiles del pueblo que luchaba desesperadamente por sobrevivir a su miseria. Había una segunda circunstancia en el ambiente cortesano muy desagradable para ella; el grupo frívolo de palaciegos, de vida hueca y obsesionados por imponerla su estilo de vida. En otros tiempos hacían comidilla de su religiosidad y de su modo de vestir austero . Ahora la llamaban rara y tonta porque desaprove– chaba su lozanía y juventud para pasarlo bien y divertirse. No les cabía en la cabeza que una mujer jovencísima, de veinte años, de belleza nada común, con dotes sociales excepcionales, sin problemas de dinero y una primerísima posición social, no aprovechara todas estas ventajas para disfrutar de la vida. En cambio , decían , estaba todos los días entre los zarrapastrosos . La santa no perdía la paz del alma por estos cotilleos, pero le daban pena. Poco a poco fue cuajando en su mente la idea de abandonar Wartburg. Se instalaría -pensaba- en un rincón del principado, en el que pudiera hacer un ensayo de vida evangélica al estilo de Fran– cisco de Asís. Renunciaría totalmente a sus bienes, dedicaría largas horas a la oración y el resto del día atendería a los pobres. Para alimentarse mendigaría por las calles. También le rondó la idea de ingresar en un monasterio de monjas clarisas. Es interesante y conmovedor atisbar, a través de este soñar des– pierta , los grandes vuelos de su generosidad, su pasión por la pobre– za más radical, el hambre de intimidad con Dios y el deseo de ser toda de los pobres. Santa Isabel tenía por norma someter sus proyectos e iniciativas a la moderación del confesor; en parte por humildad y obediencia y también porque tenía sus sospechas de que fácilmente sobrepasaba los límites de la prudencia cuando proyectaba sobre sus tres amores. En la primera confesión dio cuenta de todos sus proyectos al maestro Conrado. 148

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