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ella y sus hijos, la usurpación de todos sus derechos por parte de Luis y el abandono obligado del castillo de Wartburg. A los caballeros se les llenó el alma de indignación escuchando a Isabel. No les cabía en la cabeza que tamaños atropellos pudieran darse en Turingia. Aseguraron a nuestra santa que para ellos seguía siendo la única soberana del principado. Le dieron después palabra de caballeros, que finalizados los actos fúnebres en honor del duque, se encargarían de pedir responsabilidades a Enrique y poner las cosas en su sitio . La comitiva , a la que se habían incorporado Isabel y sus hijos, se puso en marcha para cubrir la última etapa hasta la abadía de Re– ynhartsbrunn , donde Luis de acuerdo con los monjes , se había reser– vado un nicho para descanso de sus restos. En el monasterio esperaban a la comitiva la duquesa Sofía , los hermanos de Luis, altos cargos de la corte y un gran gentío Las honras fúnebres fueron de una solemnidad y concurrencia impresio– nantes. Isabel y sus hijos ocuparon los primeros sitiales de honor. También había sitio reservado para Enrique , el duque usurpador, verdugo de Isabel y sus hijos: y para la madre y hermanos de Luis . Concelebraron en la ceremonia todos los obispos de Maguncia y algunos venidos de las diócesis próximas, presididos por su arzobis– po. La espaciosa iglesia del monasterio resultó muy reducida para dar cabida al inmenso gentío venido de todos los rincones del T urin– gia. Todos querían hacer patente con su presencia, la admiración, el agradecimiento y el cariño hacía su fa llecido príncipe . El ataúd con los restos mortales de Luis -concluido el funeral– fue depositado en el mausoleo que él mismo había elegido y diseña– do. El capellán personal de Luis. Bertoldo, nos habla en su biografía manuscrita, de la veneración y culto que se dio al duque durante mucho tiempo , tanto por parte de los monjes como por numerosos fieles de Turingia; en su tumba había siempre flores y cirios encen– didos y se organizaron numerosas peregrinaciones 24 • 24 Es lamentable que Luis,. esposo de santa Isabel, de unos valores humanos y espirituales extraordinarios, no haya despertado mayor interés entre los biógra"os e 141

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