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CAPÍTULO XXIV CON SU TÍO EGBERTO A su tío Egberto, arzobispo de Bamberg le llegó también la noticia de las penalidades que había soportado su sobrina. Un buen día se presentó en el monasterio para comprobar personalmente la situa– ción real en que se encontraba. Le sorprendió verla completamente relajada y en parte repuesta de sus pasadas tribulaciones, gracias al cariño y exquisitos cuidados de las religiosas. Egberto aprovechó su estancia en Kitzingen para mantener largas conversaciones con Isabel. Entre otras cosas la dijo que ni para ella ni para los niños , ni para las religiosas era conveniente su estancia prolongada en Kitzingen. Por ello la propuso dos opciones; volver al lado de su padre Andrés de Hungría o ir con él a Bamberg donde le asignaría una mansión digna de su categoría . Isabel descartó la primera opción. Era la más cómoda. Dejaría de una vez para siempre de ser víctima de las miserias humanas, podía dedicarse también con absoluta autonomía a lo que primaba en su corazón ; la intimidad con Dios en la oración y la entrega total a los pobres y enfermos. Pero sí optaba por vivir con su padre, hacía un flaco servicio a sus hijos, sobre todo, al primogénito Herman. Desde Hungría, la resultaría más difícil hacer valer y luchar por sus derechos a ocupar el trono de su padre en Turingia. Nuestra santa una vez más, renunció generosa a sus preferencias personales en beneficio de los hijos y se fue con el tío Egberto . 135
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