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tiano y compasivo del sacerdote le hizo llegar un aviso «urgente» por el que se le comunicaba que no siguiera ofreciendo alojamiento a Isabel y los suyos. Estos debían hospedarse en casa de un noble de la ciudad, a quien el duque usurpador había dado órdenes muy con– cretas sobre el modo de tratarles. El tal noble poseía una casa espaciosa, con numerosas habitacio– nes vacías, donde los huéspedes podían descansar cómodos. Pero siguiendo instrucciones de Enrique, les acomodó en otras habitacio– nes faltas de muebles, húmedas y extremadamente frías. Según el testimonio de la misma Isabel fue la noche más incómoda fuera del castillo, se la pasó completamente en vela y con el corazón angus– tiado escuchando los lamentos de sus hijos que tiritaban de frío. Los cronistas de la época nos han conservado unas palabras de Isabel donde comenta con cierta ironía sus tribulaciones «de una mala noche en la mala posada». «Os doy gracias paredes que esta noche nos habéis amparado del viento y del frío. También quisiera expresar mi gratitud a vuestro dueño, pero la verdad, no encuentro motivos para ello». Las cosas aunque con cierta lentitud se hicieron más soportables para Isabel y sobre todo para sus hijos. En algunas familias de Eise– nach se produjo una reacción elogiosa, cristiana y valiente. Después del portazo de la primera noche , dominados por el temor a repre– salias, se ve que lo pensaron mejor; plantaron cara a Enrique y acogieron en sus casas a los niños de Isabel para que no les faltara lo necesario. La situación personal de la santa no cambió. Acaso porque ella no quiso. Era capaz de ganar el pa.n y el hospedaje con la diligencia de sus manos y la de sus doncellas que prefirieron seguir el ejemplo. Aliviado su corazón de madre, puestos sus hijos al abrigo del frío y del hambre , ella se sentía muy a gusto en la condición casi de pordiosera. Le brindaba preciosa oportunidad, ardientemente desea– da , de experimentar una verdadera pobreza franciscana . «Nunca se la oyó quejarse -dijeron luego sus doncellas en el proceso de canonización- por su situación, indigna 128
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