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ba con el corazón destrozado , por eso en las últimas casas donde llama– ron , la Santa se atrevía a insistir: «Me han despojado de todo. Sólo me queda el consuelo de Dios y vuestra ayuda» Todo in– útil. Podía más el miedo en los corazones de aquellas gentes que las pa– labras patéticas de Isabel y la situación lastimosa de los niños. Ante la negativa cerrada de las gentes de Eisenach, Isabel com– prendió que debía solucionar el problema del hospedaje por otra vía. No soportaba mantener por más tiempo en la calle a sus hijos, casi en el límite del aguante. Sin muchas esperanzas la santa probó en la fonda . También aquí encontró cierto rechazo. Fuera porque en realidad carecía de habi– taciones disponibles o por miedo, el hospedero ·la dijo: «que no podía acogerles en la fonda". Por compasión , quizá , viendo las miradas suplicantes de los niños, les permitió pasar la noche en un cobertizo que solía utilizar como almacén. Les suministró además algunos alimentos. Rendidos por el agotamiento , aunque la estancia distaba mucho de ofrecer comodidades elementales, tanto los niños como las don– cellas cayeron pronto en un sueño profundo y reparador. Isabel aprovechó aquellas horas de soledad para buscar consuelo en la oración. Desde el fondo de su impotencia, con el mal sabor de boca por la malicia y cobardía de los hombres que acababa de palpar, traspasado el corazón por el calvario insoportable a que injustamente estaban condenados sus hijos, la santa habló, pidió angustiosamente al Señor, luz y fortaleza para remontar su triste situación. Dios compasivo y paternal consoló a Isabel en medio de tantos sufrimientos; le dijo que los padecimientos de sus niños terminarían pronto. A ella en cambio la recordó su primera noche entre los hombres. Tampoco Él y su madre fueron recibidos en Belén y se vieron obligados a buscar refugio en una cueva donde se alojaban los animales. Este pensamiento inundó de consuelo y hasta de ilusión el corazón maltrecho de Isabel. Cuando estaba sumergida en tan sabrosa contemplación , oyó el voltear nervioso y alegre de la campana del convento de san Fran- 126
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