BCCCAP00000000000000000000457
Aprovechó los pocos días que le quedaban de vida y de lucidez para poner todas sus cosas en orden y dictar sus últimas voluntades. Hizo testamento, se confesó y pidió con mucho dolor y sinceridad perdón por todas sus faltas en una confesión que escuchó el P. Bertoldo. Recibió luego la eucaristía y la santa unción administrados por el patriarca de Jerusalén que formaba parte de la cruzada. Todas estos acontecimientos se sucedieron con pasmosa rapidez. Los condes y caballeros que seguían a Luis desde Turingia y que en ningún momento abandonaron el camarote del amado príncipe, es– taban destrozados moralmente . No les encajaban las cosas desde una perspectiva providencialista . No acertaban a explicarse que un joven como Luis, que se había alistado en la cruzada abandonando mujer e hijos de corta edad , que contagiaba a la expedición con su fe y entusiasmo ; que tenía montones de proyectos a favor de su pueblo , pudiera morir así con una muerte tan estúpida, sin que Dios hiciese nada para mantenerle en la vida y con los suyos. ¡Misterios de la fe que esperamos ver clarificados algún día! Luis reservó las últimas disposiciones para sus caballeros. A los que eran de su absoluta confianza, entre ellos el señor de Varila, confió la misión más delicada: Comunicar la triste noticia de su muerte a Isabel , a su madre y hermanos; insistió en que lo hicieran con una exquisita delicadeza, sobre todo en el caso de Isabel, para evitarla sufrimientos innecesarios. Les hizo también portadores del anillo que , según lo hablado entre ambos esposos, era la señal con– venida para que Isabel supiera, con certeza, que la información re– cibida sobre Luis era objetiva y verídica. El duque hizo otro ruego a sus caballeros. Si sobrevivían a la cruzada, deseaba que llevasen su cuerpo a Turingia y le dieran sepul– tura en la abadía de Reynhartsbrunn, en el sepulcro elegido por él. Finalmente les pidió que le tuvieran presente en sus oraciones . Según cuenta Bertoldo , testigo presencial de los últimos momen– tos en la vida de Luis, estos constituyeron un drama impresionante. Era ya un espectáculo desolador ver morir a un joven príncipe, en lo más florido y esperanzador de sus veintisiete años. El cuerpo que aún conservaba la mayor parte de sus energías, ofreció a la muerte 111
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz