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CAPÍTULO XIX GUIÑO SINIESTRO DE LA MUERTE El compás de espera en el embarque, impuesto por los inespe– rados y preocupantes brotes de cólera, habían sido como una brida molesta al deseo irresistible de los cruzados de pisar cuanto antes y luchar con valentía por el rescate de la tierra del Señor. Los hombres de Luis eran, quizá , los más impacientes, contagiados por la valentía y religiosidad de su jefe. Cuando la expedición estaba ya en alta mar, los acontecimientos dieron bruscamente un giro trágico e inesperado. El fantasma sinies– tro de la muerte , planeaba amenazante sobre el buque insignia capi– taneado por el duque de Turingia. Desde que subió a bordo empezó a sufrir fiebres altísimas y aparecieron en su cuerpo alarmantes manchas rojas , signo fatídico de que incubaba el temido mal del cólera. No pudo concretarse cuándo contrajo la enfermedad. Según la hipótesis más probable mientras prestaba sus servicios sanitarios a algún soldado víctima de la epidemia. Lo cierto fue que Luis cuando subió a bordo era portador del virus en estado bastante avanzado. Los tres primeros días de navegación fueron para él muy moles– tos. Se mantuvo sin embargo en pie, gracias a su férrea voluntad , para no crear clima de alarma y consternación entre sus soldados. 109

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