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El intendente se llevó el gran sofocón pues pensaba que el duque no le había oído, pero su comentario era revelador de lo que se cocía en algunos mentideros de la corte. Listas las cosas de gobierno durante su ausencia, Luis debía crear en el principado ambiente de cruzada. El pueblo de Turingia y de Hesse necesitaban valorar, admirar y entusiasmarse con el derroche de heroísmo ·de sus cruzados. Con este fin se organizaron en todas las ciudades y pueblos importantes representaciones teatrales alusivas a los sucesos de la pasión. Tales cuadros edificantes, eran mayoritariamente interpreta– dos por clérigos pertenecientes a la llamada clerecía del Salvador. La primera representación se tuvo en Eisenach, con asistencia de los duques y gran número de empleados de Wartbug. La obra tuvo tal aceptación que se representó varias veces a petición del público . Esto mismo sucedía en las poblaciones donde sucesivamente fue escenifi– cado . Como buen creyente, Luis no se olvidó de la irremplazable ayuda de Dios para su empresa. Envió generosas limosnas a todos los conventos y monasterios con el ruego de que encomendasen f ervo– rosamente al Señor la causa de la cruzada, que con toda propiedad podía llamarse causa de Dios. El día antes de su partida para Esmalkalda, donde debía reunirse con todos los cruzados, Luis en compañía de Isabel, visitó a los monjes de Reynhartsbrunn , sentía por este monasterio un gran ca– riño; le consideraba como su segunda casa. Solía retirarse a él con frecuencia , sobre todo cuando debía resolver casos especialmente delicados. Conocía a casi todos sus monjes; éstos habían acondicio– nado especialmente algunas habitaciones para uso exclusivo de los duques. Ese día, Luis e Isabel participaron primero en una eucaristía y comulgaron. Luego pasaron el resto del día con los monjes; comie– ron con ellos y por la tarde antes de rezar completas, según iban entrando en el coro, Luis se despidió de ellos con un abrazo fraterno . A los niños de coro les tomaba en brazos y besaba en la frente. 99