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queda orillado el peligro de que, en su nombre, pueda sufrir quebranto el problema de la verdad. 128. Sólo un santo podía, legítimamente, atreverse a dar una interpretación profética a la venida de Francisco al mundo con la aplicación a él de Tit. 2, 11 («apareció la gracia de nuestro Señor»...), tal como lo hacen otros escritores; pero, sobre todo, Buenaventura, en el comienzo -solemne e impre– sionante- de su «Vida de San Francisco». 129. 2 Celano 94 y 95 (X, 186 SB.).

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