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-y aquí volvemos a revelar algo de su misterio, era, en forma totalmente extraordinaria, un todo, sin cisura de ninguna clase. Francisco obliga a la unidad. Cuando ha– bla de obediencia, habla y tiene una actitud que implica, al mismo tiempo, amor y humildad. Con frecuencia se subraya que Francisco, a penas conocía algo, lo ,ponía también por obra. Nada más exac– to. En él conocer y querer son inseparables. Pero, hay que completar la idea: Francisco conocía obrando. ¿El origen de esta misteriosa unidad? Brota de la misma fuente de donde brota Francisco todo entero : de Cristo crucificado, Dios y Hombre a la vez. · No es que a Francisco le impresione esta o la otra palabra del Señor. Más bien era que, en cada palabra, quedaba el Santo como ·sellado, -en forma incomparable– mente penetrante, por la reaHdad entera del Hombre– Dios. Francisco llegó a tal grado de transformación en Cristo, que en este horno de fuego prendido por Dios, no podía estar una virtud del Señor sin las otras. La una era también 1a otra. De esta presencia cristiforme de unas vir– tudes en otras era un eco lo que Francisco dice sobre hs virtudes : el que tiene una y no peca contra las otras, las tiene todas; pero, el que peca contra una, no tiene ninguna 12a. ¿ Qué podemos aprender nosotros de Francisco? Con timidez y casi como mera insinuación podríamos quizá responder lo siguiente: 1,_,Volver a adquirir en ,todo el ámbito de la vida religiosa y clerical el sentido de lo absoluto y central: el Señor crucificado. Mirarle a El y oír sus palabras, palabras dichas para ti y para mí, aquí y ahora. Dejarse guiar inmediatamente por Dios. Transformarse plena– mente en Cristo, y así llenarse primero y luego irradiar paz y amor. 2.-,Lograr una mayor comprensión de la fuerza, gran– ,deza y belleza de una personalidad llena de heroísmo 79

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