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Esta sencillez pertenece, con la humildad y el amor, a la esencia de Francisco. Pero, al mismo tiempo era ella como un vestjdo que cubre y protege algo más íntimo. La sencillez es en Francisco esa forma y estilo propio en que encuentra expresión y habla al mundo su más honda intimidad. La sencillez lo mira todo con un amor benigno, que deja a las cosas y a los hombres así, como ellos son. No hay en ella nada que pueda hacer pensar en ambición o violencia pasional. Refleja la crea– ción sjn refracciones que falseen su imagen. Esta actitud es extraña y, en parte, contraria a lo abstracto, a lo "aprendido", a lo complicado, a lo que ha sido fabricado en forma artificial y artificiosa. Por eso se comprende que el mundo sencillo de los Evangelios Sinópticos haya encontrado en Francisco tan amplia resonancia. Y a la inversa: había entonces en la Iglesia una ciencia filosófica, teológica y canónica que reglamentaba y dirigía los hombres y las cosas, las creencias y la piedad, por medio de abstracciones y dis– tinciones altamente desarrolladas. Este estilo dominaba en la Curja y se difundía por medio de la Curia romana. Había allí una fuerte tradi– ción de formas y categorías jurídicas complicadas y ri– gurosamente fijadas, tan lejos de la espontaneidad natu– ral como de la sencillez evangélica. Quedaba poco mar– gen para la libre espontaneidad. Quien quisiera jntrodu– cir ingenuamente alguna novedad en este mundo compli– cado y· preformado de fórmulas eclesiásticas y especial– mente clericales y monásticas, con facilidad había de chocar con todo el aparato de estas formas tradicionales. Y mucho más entonces, cuando -desde principios del siglo 12- la Iglesia, al verse atacada por las peligrosas herejías de cátaros y waldenses, se vio precisada a pro– teger con más rigor su doctrina. La Teología y el Derecho canónico habían propor– cionado a la vida cristiana unas formas de expresión es– trictas y fijas. Ahora podemos entender un poco mejor, 70

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