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tiempo a las más diversas situaciones, pero sin que lle– gase a establecer un esquema prefijado 106. Es obvio que la obligación de obedecer ha de tener un límite cuando lo que se manda es pecado, o cuando es contra la propia conciencia. Pero, de todas formas, es alec– cionador ver con qué cuidado y la relativa frecuencia con que se hace constatar esto expresamente 101. Y, lo que es todavía más importante: la libertad del fraile menor se funda en el poder de mandar que el Superior tiene. Dado que la sencillez y humildad fran– ciscana lo impregnan todo, el mandato que exige obe– diencia debe llevar también ese distintivo. El que manda ha de comportarse con el súbd~to exactamente como con un Superior. Frecuentemente se dice: "El Superior debe ser como súbdito y servidor" (a. a. O). En su signifjca– do más hondo la expresión "ministro" o "ministro gene– ral", no es designación de un cargo, designa una actitud: la actitud de servicio. El uso constante del binomio "mi– nistro y siervo" expresa marcadamente esta idea. Ello quiere decir también: la potestad de mandar en el Superior es real, pero tiene sus límites bien definidos. Por eso, según subraya Francisco, es peligroso man– dar 10s. Müy rara vez ha de mandarse por santa obe– diencia 109, La autoridad es obligación y servicio, no privilegio 110. Sobre todo lleva consigo el peso de la responsabilidad del Superior frente a los frailes menores que se le hoo confia:do. En el ma:gnífico discurso de des– pedida ante el Capítulo 111, al mencionar las obligacio– nes del Superior ante Dios, no se olvida Francisco de llamar la atención sobre el caso en que un Superior pue– da ser responsable "por reprender con demasiada aspe– reza" la falta de algún Hermano. A la luz de esta idea se aclara también el problema de la obligación de ir a Misiones, dentro de la Orden franciscana, ·según lo ha resuelto últimamente K. Esser y, a mi juicio, con acjerto; así como el problema del Generalato de Francisco 112. Ya lo dijimos: para Fran- 67