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obediencia franciscana implica en sí algo que podría pa– recer opuesto : la libertad interior. j Con qué frecuencia y con qué trazos tan fuertes queda subrayada esta 1:ibertad ! ¡ Cómo resplandece en el Santo mismo! También ella se encuentra en la entra– ña de su ser. La fuerza de atracción de San Francisco es, en úl– tima instancia, inexplicable. Pero, si hubiésemos de bus– carle fundamentos, uno de ellos sería éste : la libertad interior, que supera todo antagonismo estéril o inhibi– torio en una fácil agilidad de espíritu. Y él se había edu– cudo tan perfectamente a sí mismo en esta interior li– bertad, que todo lo pesado se le tornaba fácil. Se podrían aducir algunos testimonios : se humilla ante los oyentes que, ansjosos de su predicación, habían venido a oírle, pues un fallo de la memoria le había dejado en el atolladero, y les despide con una bendi– ción Ds. Cuando se equivoca o ha reprendido con dema– siada viveza, se corrige inmediatamente 99, Y otros casos semejantes. Pero, tales testimonios nos dan a entender principalmente que, eso que llamamos libertad interior, es algo muy amplio y profundo, que impregna todo su ser, sus palabras y sus acciones. Cuando Francisco prac– tica y exige la obediencia ha llegado a comprender -también aquí-, toda la horndura de aquella sentencia básica del Evangelio: la letra mata. Y esta otra: la verdad hace libres. Dos frases de las "Palabras de exhortación a todos los Hermanos" ponen al descubierto el fundamento reli– gioso: confiar en Dios y someterse a Dios. "Sólo aquel que con nadie se enoja ni perturba, ha puesto de verdad todo en mano de Dios". "Aquel que se apropia de su vo– luntad come del árbol de la ciencia del bien y del mal, gloriándose del bien que el Señor hace o dice por él" 100. Lo que en realidad hace plenamente libre a Francisco es su pobreza voluntaria. Está libre del ansia de poseer. Esta libertad está embebida en el amor; un amor que 65

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