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ofrecieron frecuentes oportunidades para practicar la sumisión. Pero, Francisco quiere más. Así como él ha ejercitado y ejercita la obediencia más exacta a las inspiraciones de Dios, así querría vivir tambjén bajo la obediencia de al– gún Hermano. El deseo permanece vivo desde el prin– oipio hasta su muerte 91, Esto puede r(;)alizarse con fa– cilidad cuando sólo había un pequeño grupo de frailes y Francisco podía proponerles que uno de ellos "fuera nombrado administrador, guía de los demás, de modo que nosotros hayamos de hacer lo que él decidiere ... " 92, Esto le parecía a Francisco la cosa más sencilla del mundo, incluso cuando su Fraternidad se había conver– tido ya en una grande Orden, con una Regla aprobada por la Iglesia 93, ¿ Qué significan para Francisco las presc1úpciones ju– rídicas? El pasa descuidado sobre ellas. Y para sus hijos, hasta el día de hoy, quedan las confiadas, altamente aleccionadoras palabras del Testamento: "Y yo firme– mente quiero obedecer al Ministro General de esta Her– mandad y a aquel Guardián que le plugiere darme. Y quiero ponerme en sus manos ... " M. Pero, en el campo de la dura realidad esto resultaba no sólo difícil, sino imposible. Francisco era y sigue sien– do Fundador de la Orden, insustituible y, bien mirado también, inamovible. Y así resultó, al tiempo en que a pesar de todo, había renunciado a la dirección de la Fraternidad, aquella extraña situación suya dentro de la Orden en los últimos años de su vida. Por una parte manda por obedáencia a todos los frailes y, al mismo tiempo, reconoce como superior a otro Ministro General y le promete obediencia. Al ejemplo añade la enseñanza. Las palabras mismas del Santo ofrecen ya material abundante y Celano las completa con ,informes fidedig– nos. Según él, el símil de la "obediencia de cadáver" proviene de Francisco en una descripción, indudable- 63
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