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"Nadíe me enseñaba, sino que el mismo Altísimo me lo reveló". Y lo que es admirable sobre toda ponderación -,estas fuerzas portentosas no se salen nunca ni bajo ningún pre– texto del puro y simple servicio, según ya dijjmos (pá– gina 55). Tenemos una cantidad exuberante de fuerzas origi– narias y gigantescas, es decir, una fuerte individualidad y en ella la conciencia clara de una misión divina. Y, sin embargo, ni el más ligero rasgo de individualidad egoísta, dañoso para la comunidad y para los valores objetivos. El problema de toda la historia humana y el proble– ma que hoy, coo más urgencia que nunca, tenemos que resolver, Francisco lo ha superado en la fom1a más per– fecta que pensarse puede y le ha dado una solución clara. 13 Obediencia y libertad franciscanas Este conflicto, dominado medjante la plena sujeción y en la más amplia libertad, responde al modo cómo el Santo forma y guía a sus frailes: les somete a obedien– cia para hacerles libres. En el punto central de la formación espiritual y ecle– siástica que Francisco da al fraile menor se encuentra, al lado de dama pobreza, la santa obediencia. Sobre todo con su ejemplo. La Fraternidad vive de él, y él lo sabe. Es un hombre a quien Dios ha dado Hermanos. A él han prometido obediencia todos, directa o indirectamente; él manda y reprende. Pero, también quiere sujetarse estrechamente a la santa obediencia. La dolorosa lucha interior para acomodarse a los deseos de los Ministros letrados, del venerado cardenal de Ostia y de la Curia romana, le 62
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