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ño s3, Por su parte la Iglesia le vio y le reconoció pronto como un enviado. Sus íntimas relaciones con el cardenal Hugolino, más tarde Gregario IX, llenan una de las páginas más atractivas de la Historia de la Iglesia &1. Nos encontramos de nuevo ante una tensión funda– mental en la vida de Francisco: por una parte es guia– do directamente por Dios, mientras que al mismo tiem– po se siente esenciahp.ente ligado a la revelación que se comunica por medio de la Iglesia. Y, por cierto, ligado a una Iglesia que no estaba muy propicia a tolerar sin más ni más la realización literal de aquel género de vida "revelado por Dios". · En este punto es necesario que nos guardemos cuida– dosamente de una armonización simplificadora. Cuanto más inmediatamente y en forma más desbordante habla Dios a Francisco, cuanto más expresamente le guía, con tanta mayor dureza debió sentir, como una carga, aque– lla mediación y límites que la Iglesia le ponía, hasta con– vertírsele -en pesado sufrimiento para su alma. Salta a la vista lo onerosa que para él resultaba esta actitud de la Curia. La enorme tensión que debió existir en Francisco se ,demuestra por el hecho de una objetiva oposición entre la exigencia absoluta y la entrega del Santo al "Dios me ha revelado", y la mitigación y ate– nuaciones impuestas por la Iglesia a su ideal, a favor de las formas jurídicas, de cierta especie de propiedad y de la ciencia. Sin duda que Francisco se abstiene de toda polémica (señal de una gran fortaleza); pero, no dejó de expresars'e con claridad : "Hijo mío, yo amo a los frailes todo lo que puedo. Sin embargo, si ellos quisieran seguir mis huellas, yo les amaría más todavía y no me apartaría de ellos. Porque hay algunos de los Superiores que les guían por otros caminos ... ". "Al fin se verá claro lo que pretenden" ss. Con esto intentaba aclarar por qué no que– ría retener él por más tiempo la dirección de toda la Fraternidad. "¡ Quiénes son esos hombres que me han 69
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