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do la alegría y la tranquilidad, hasta que llega a obtener la certidumbre del completo perdón de los pecados, y la confianza de hallarse en estado de gracia 53, En este estado dirige sus alentadoras palabras a la pequeña grey, que el Señor había enviado hasta los con– fines de la tierra. La certidumbre de la salvación le producía aquella casi sustancial inmersión del Santo en la gracia y amor de Dios. En la última estrofa del Cántico del Hermano Sol imprime un sello luminoso y triunfal a esta alegría, cuando recibe a la muerte cantando : Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana la mue1te corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. ¡Ay de (lquellos que mueren en pecado mortal! Felices los hallados en tu santa voluntad: La segunda muerte no les podrá dañar 51, Como todo en Francisco, también esta estrofa se nu– tre de una contradicción que salta brusca y explosiva, pero, al mismo tiempo, dominada en forma magistralmen– te perfecta: esta certidumbre de la salvación no tiene ningún deje de temeridad. Y así fue todo a lo largo de su vida, desde el claro-oscuro del proceso de la conver– sión, hasta la madurez de la santidad. Cuando era ben– decido por otros a causa de sus virtudes, le venían es– pontáneamente a los labios palabras como éstas: "¡ Oh, no, todavía puedo llegar a tener hijos e hijas! No me alabéis como si ya estuviese seguro. No hay que alabar a nadie, pues el final es incierto" 55, La conciencia de ser un pecador, con la certeza -en medio de la incertidumbre----, de la propia salvación, se completa con un tercer elemento. Descubrimos, en efecto, que a este hombre, que era la misma humildad, no le resultaba extraña una conciencia muy clara del propio valer. ¿ Conciencia del propio valer? Sólo con mucha cautela se puede aplicar esta expresión a Fran- 50
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