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Pero, es precisamente en ellos donde se contiene la solución al enigma "justo y pecador" a la vez; es decir, la idea de que el hijo pródigo, el siervo inútil, son tam– .bién hijos de Dios. Y que el pecador, aún en la total desestima de sí mismo, no ha de olvidar que el mismo Salvador Jesucristo pronunció también sus palabras sobre el siervo bueno y fiel. · Y esta es justamente la forma cómo está viva en Francisco la conciencia del pecado. Francisco vive muy alejado de la forma torturante en que Lutero sintió la conciencia del pecado. Falta en Francisco la introversión morbosa. La mirada del publi– cano sube, llena de esperanza, hacia arriba, ascendiendo desde sí mismo hacia el Padre de las misericordias. Y, sin embargo, la conciencia del pecado es algo esencial en Francisco. No se puede afirmar positivamente que éste, antes de la conversión, haya llevado una vida de pecado. Ni la confesión propia plasmada en el Testamento, ni las indicaciones de Celano bastan para demostrarlo. La conciencia de los años perdidos en el siglo y en la mundanidad no Ie abandona. A este tiempo lo llama sencillamente "cuando yo estaba envuelto en pecados" ,1. En la Carta a los fieles, en forma apretadamente sintética, se pone al pecado como equivalente a "los que no hacen penitencia" 48, Cuando, en la amargura de su alma, mira sus años pasados en el mundo, se lamenta: "Dios mío, ten piedad. de mí, que soy un gran pecador" 49. Fran– cisco vivía en toda su hondura la amonestación de Cristo : cuando lo hayáis cumplido todo, decid : Siervos inútiles somos (Le. 17, 10). Aún para los posteriores años de su vida vale la expresión de Celano : Se consideraba a sí mismo como un vaso de perdición so. Sin embargo, todo depende de lo que -entienda por pecado y dé cómo se interpreten las correspondientes frases de Francisco que al pecado se refieren. Al gran Santo le pareció más tarde que toda mundanidad era 48
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