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En Ignacio las fuerzas y luces recibidas son valori– zadas al máximum dentro de un cálculo natural-racional, y plasmadas en instrucciones precisas hasta -el detalle. La lucha contra el reino de Satanás es organizada dentro de una estrategia grandiosa. Ignacio reprime, por así decirlo, el sobreabundante ardor del éxtasis, para reali– zar cumplidamente la obra de cada día. Reflexiona y obra dentro de las categorías naturales, con las que cuen– ta expresamente. Nada de esto hay en Francisco. En su heroica inge– nuidad se le escapa, sin comprenderlo· en gran parte, el valor natural y práctico de Jas cosas. La organización de 1a lucha contra Satanás la reduce él a generalidades elementales, o a detalles que van siendo fijados por el crecimiento de la Fraternidad y por voluntad de la Curia romana. Podría decirse que, para Francisco, una cierta elevación sobre lo corporal era el estado normal. Se encontraba ya en estado de per– manente estigmatización 46. 8 Conciencia del pecado... y de la gracia Desde Lutero se ha tomado la conciencia del pecado en el cristiano con extraordinaria seriedad; pero, a ve– ces, también con demasiada estrechez, como si -ella fuese el módulo básico para medir la realidad cristiana. Esta concepción no es más que un eco de aquella radie~ estrechez de visión con que Lutero redujo todo el Men– saje evangélico a la justifica,ción. Cuando tomaba cuerpo en él esta concepción y la exponía y defendía con agre– siva tenacidad, Lutero vivía muy unilateralmente de ciertos pasajes de la epístola a los Romanos. Sólo en forma muy insuficiente había asimilado las enseñanzas de los Evangelios sinópticos. 47

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