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tima hondura, el ideal de pobreza del Santo. El pobre es para Francisco un portador de Cristo; ve realmente a Cristo en él. Francisco quería ser pobre para, de tiste modo, ser como Cristo, ser otro Cristo en la medida de lo posible. Francisco aprendió el seguimiento de Cristo no por reflexión, sino por contacto inmediato y directo con el Señor. Por eso desaparece en él todo legalismo de cuño no cristiano, o que fuera expresión de un cristianismo $:le inferior calidad, superándolo -con ,toda naturali– dad-, desde sus raíces. Queda excluida hasta la misma posibilidad de tal actitud. En esta forma de conocer había resumido Francisco lo que es esencia y centro del Cristianismo. El "compren– dió" que Cristo significa la decisión absoluta y tajante entre salvación y condenación. Por eso estaba del todo compenetrado por la idea de que las palabras de Cristo y de los Evangelios había que tomarlas al pie de la letra. Como punto, central de estas -evangélicas palabras había tomado aquella frase que se repite frecuentemente, pero que pocas veces .es entendida en la armonía que forman sus dos miembros : "Haced penitencia, que el Reino de los cielos ha llegado ya... " (Mt. 3, 21). Francisco había comprendido la paradójica unidad que encierra esta sentencia: el advenimiento del Reino de los cielos -reino de paz y de alegría---, está ligado a la "penitencia". Lo que quiere decir: a la paz y a la alegría se llega por la penitencia, a la dulzura por la amargura. Acabamos de oír las palabras del comienzo del Tes– tamento, que nos ofrece una prueba de lo que decimos. Cierto que todos los santos son seguidores de Cristo y, en cierta medida, reproducción del Crucificado. Pero, ¡cuántos modos de seguimiento se ofrecen a nuestra consideración! El anhelo de unirse con el Señor dolorido inunda a Ignacio lo mismo que a Francisco. Pero, en ambos deja una impronta muy distinta, tanto antes como después del éxtasis. 46
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