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5 Francisco, lleno ele Dios Este generoso despliegue de fuerzas extraordinarias no es otra cosa que la expresión de la más exacta y fiel colaboración a lo que las desbordantes visitas del Señor obraban en su siervo. Francisco estaba del todo pene– trado por la certidumbre de que el hombre es nada ante Dios. El no espera nada de sus propios esfuerzos. Pone toda su confianza en Dios 37. Y Dios era la energía impulsora de esta vida. Una frase que se pronuncia muy fácilmente. Pero, a lo mejor resbalamos demasiado ligeros sobre la tremenda realidad que ella pretende encerrar: Dios como "impulso radical de esta vida". Pongámonos lejos, muy lejos de toda sutileza abstracta; lejos de toda fe mediocre. Se intenta decir exactamente esto: Dios está inmediata– mente presente en la conciencia del Santo, hasta sentir él su ardiente ,presencia ·en cada alentar, en cada pensa– miento y afecto. Pero entendiendo este "conscientemen– te" en aquel sentido sustancial en el cual todas las po– tencias y facultades perceptivas del hombre contienen, a Dios. Dios es la atmósfera espiritual en que vive y se mueve Francisco; el Tú viviente y transcendente que le habla a él de verdad, le invita, le ama y al cual Francisco responde con su amor, su servicio y su adoración. Su ser descansa en Dios, vive en Dios. Es sobremanera significativo el hecho de que Fran– cisco pase horas enteras embargado en este único sen– timiento: ¡Dios mío! Tan lleno de El que, al dejar la cueva en que había estado orando, parecía un hombre nuevo, distinto de antes. "¡ Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejan– za 1". La altura a la cual se ha elevado un hombre se puede medir por la nitidez con la que ha sido repro-

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