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o de la Orden; ·el hombre nuevo de una nueva era, como le llaman sus primeros biógrafos 32, Era una transformación que ni el Santo mismo podía comprender 33, Sin embargo, al fin de su vida la resume en aquella sublime confesión con que comienza su Testamento: "Cuando aún vivía en el pecado, me resultaba del todo intolerable hasta la simple vista de los leprosos. Pero el Señor me llevó ,entre ellos y tuve misericordia de ellos. Y al apartarme de ellos, aquello que antes me era intolerable, se me convirtió en dulcedumbre del alma y del cuerpo" a,. Debemos preguntarnos de nuevo por el sentido pre– ciso de tales frases y no contentarnos con meras pala– bras. Debemos intentar comprender qué quiere decir esto de "transformación del ser". Y también, qué signi– fica esto de preferir lo amargo a lo dulce, de modo que en la amargura de la renuncia se alcance la alegría per– fecta e insospechada. Lo amargo se convierte realmente en dulce, pero de modo que sigue siendo amargo y do– loroso! Nos encontramos frente a la más profunda com– penetración de que tenemos noticia entre la alegría de saberse redimido· en el Señor -tal como Francisco la vivía- y el duro sufrimiento as. Heroica autenticidad de una transformación interior que se demuestra, no tanto en el empuje del primer amor, cuanto en el aguante, en un infatigable comenzar siempre de nuevo. Y esto es lo que vemos realizarse en San Francisco en forma del todo admirable. Todavía en los últimos me– ses de su vida, después de inumerables proezas espi– rituales, encontrándose gravemente enfermo, decía: "Her– manos, empecemos siquiera ahora, a servir a Dios, por– que hasta el presente poco hemos progresado en su servicio". Y así era él de infatigable -continúa Celano– en su tenaz anhelo de renovación ·espiritual. Ansiando siempre comenzar de nuevo s6'. 39

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